LA HOJA Y LA SANGRE
65° Salón de MontrougeTexto de Cécilia BecanovicEn un breve video de 2015, Reconstruir una hoja, vemos un primer plano de las manos de la artista colombiana Ana Tamayo, ocupadas en recomponer una hoja de árbol al estilo de Cocteau en El testamento de Orfeo, cuando resucita, mediante un fascinante movimiento al revés, una flor de hibisco. Le bastan dos minutos a Ana Tamayo para reunir los fragmentos del limbo foliar en torno a la nervadura principal y sus venas secundarias. En Cocteau y en Tamayo, este gesto defiende un tiempo divergente y utópico. Es la imagen de una transformación: la del encuentro con lo real visto desde el ángulo de la destrucción transmutada en algo suave y apacible. Si Cocteau mezcla su sangre con el cáliz rojo intenso de la flor, Tamayo se ocupa de despertar un sentido al imitar el eterno retorno de aquello que se ha intentado hacer desaparecer —el eterno retorno de la “hoja”, símbolo del mestizaje para la artista— como superación activa de toda tentativa de inferiorización o mutilación.
Una fotografía de piel de papayuela marcada por un cuchillo que ha dividido la pulpa de la fruta en rectángulos regulares es otra señal más. Cada forma existente revisitada remite a manos en la tierra, a cosmovisiones indígenas y a tradiciones que preservan los sueños, los recuerdos y las emociones. Ana Tamayo utiliza una energía afirmativa en tanto que mujer y su capacidad de establecer vínculos para evaluar el contexto ecológico y acercarse a los movimientos de autonomía alimentaria surgidos de los “primeros pueblos libres” de América del Sur. El video Carta para Isaac, dirigido a su hijo, se asemeja al palo entre las ruedas que preconizaba Henry David Thoreau. Sostenido por manos cada vez más numerosas, bien podría detener la máquina.