Después de una época glacial en la que emergió una memoria traumática y rechazaba todo roce, estos fetiches mágicos se convirtieron en mis compañeros: escondidos bajo mis abrigos, en callejuelas de París, en senderos de montaña y frente al objetivo fotográfico. Llevaba estos talismanes divinos, estos fetiches como amuletos que me devolvían la fuerza, exhumando a aquella que languidecía en la oscuridad. Reivindicar, en el hoy, el regreso de un poder propio. Invocar la potencia del deseo sobre mi misma. Fabricarse, reconstruirse.
Después de una época glacial en la que emergió una memoria traumática y rechazaba todo roce, estos fetiches mágicos se convirtieron en mis compañeros: escondidos bajo mis abrigos, en callejuelas de París, en senderos de montaña y frente al objetivo fotográfico. Llevaba estos talismanes divinos, estos fetiches como amuletos que me devolvían la fuerza, exhumando a aquella que languidecía en la oscuridad. Reivindicar, en el hoy, el regreso de un poder propio. Invocar la potencia del deseo sobre mi misma. Fabricarse, reconstruirse.