Después de una época glacial en la que emergió una memoria traumática y rechazaba todo roce, estos fetiches mágicos se convirtieron en mis compañeros: escondidos bajo mis abrigos, en callejuelas de París, en senderos de montaña y frente al objetivo fotográfico. Llevaba estos talismanes divinos, estos fetiches como amuletos que me devolvían la fuerza, exhumando a aquella que languidecía en la oscuridad. Reivindicar, en el hoy, el regreso de un poder propio. Invocar la potencia del deseo sobre mi misma. Fabricarse, reconstruirse.








©Ana Tamayo
2025